ERRANDO AL BLANCO – PERDIENDO LA SOLUCIÓN | thebereancall.org

TBC Staff

La mayoría de nosotros entiende que "errando al blanco” es una de las definiciones bíblicas del pecado. El apóstol Pablo utiliza el verbo Griego “hamartano” cuando define lo que es el pecado en el libro de Romanos 3:23: "por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios". Esto puede parecer a algunos como un poco injusto, puesto que raramente pensaríamos que el no alcanzar cierto estándar, es pecado. El hecho de estar “errando al   blanco” no parece que fuera una gran ofensa, considerando muchos otros pecados de los cuales somos conscientes, especialmente los más horrendos. ¿Es una flecha que cae por debajo del blanco, pecado? ¿En serio…? El reaccionar de tal manera revela mucho acerca de nosotros mismos y la condición de nuestrocorazón en relación con nuestro Creador.

Dios es perfecto. Todo lo que dice y hace es perfecto. Por lo tanto, su estándar es perfecto. Cualquier cosa que sea menos de Su norma debe ser pecado. Como dice Santiago, "Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos” (Santiago 2:10). Ese es el criterio de Dios para poder estar con Él. Si pecamos, morimos. Y todos hemos pecado. La muerte implica la separación física y espiritual. Esta separación puede ser de Dios, y podría ser para siempre.

Uno podría preguntarse, así como lo hicieron los discípulos en una ocasión, "¿Quién pues, podrá ser salvo? A lo que Jesús respondió, ‘Para los hombres esto es imposible; mas para Dios todo es posible’” (Mateo 19:25-26). El juicio y la justicia de Dios son perfectos. La pena por el pecado es la separación eterna de Él. Es un castigo infinito, y la humanidad finita no puede pagar la sentencia completa. ¡Pero Dios sí puede y lo hizo! "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16). Jesús, el perfecto Dios/hombre, sin pecado, pudo satisfacer la justicia perfecta totalmente, pagando por los pecados de la humanidad: pasado, presente y futuro.

Aunque Dios ha provisto salvación para toda la humanidad a través de Jesús, sólo es eficaz para aquellos quienes ponen su fe en Él como su Salvador, entendiendo que Él y solo Él puede salvarlos. Nadie ni nada puede ser agregado como una solución, no las buenas obras o asistencia continua a la iglesia, tampoco el pertenecer a una determinada denominación ni los rituales o sacramentos, tampoco los santos canonizados o los líderes religiosos ni el bautismo, nada más que (Solus Cristus) Cristo solamente.   

Una vez que somos salvos, nos transformamos, pero no perfectamente. Todavía no. Eso ocurrirá cuando estemos con Jesús. Antes de esa transformación perfecta se nos da una nueva naturaleza, sin embargo, aún conservamos nuestra vieja naturaleza. Podemos pecar, pero ya no estamos esclavizados o controlados por el pecado. Como nuevas criaturas en Cristo, podemos por nuestras vidas y por nuestra conducta agradar a Dios debido a Su gracia y por el poder del Espíritu Santo que vive dentro de nosotros (1 Corintios 3:16). Sin embargo, nuestra nueva vida en Cristo implica una lucha entre nuestra vieja naturaleza y nuestra nueva naturaleza.

¿Qué tan importante es ésta lucha? Aunque nuestra salvación no depende de ésta batalla, puesto que la salvación es dada a todos los que la reciben por fe como un regalo, esta lucha se relaciona con una serie de cosas relacionadas con nuestra vida temporal en Cristo. ¿Cómo así? Nuestra relación con Jesús, es decir, nuestro amor por Él, nuestra manera de vivir que debe agradable a Él, nuestra madurez en Él, nuestros frutos, nuestra obediencia, nuestro testimonio, nuestras recompensas en el cielo. Estas cosas y muchas otras dependen que nuestra vida como Cristianos, hasta cierto punto, no fallemos y no estemos “errando al     blanco”. En otras palabras, nuestra vida debe ser manejada de la manera que Dios quiere.  

¿Tenemos que hacer eso de una manera perfecta? Sí. Eso debe ser nuestro objetivo. La Escritura nos dice, "Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mateo 5:48). "Como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo” (1 Pedro 1:15-16). "Os saluda Epafras, el cual es uno de vosotros, siervo de Cristo, siempre rogando encarecidamente por vosotros en sus oraciones, para que estéis firmes, perfectos y completos en todo lo que Dios quiere” (Colosenses 4:12). Esto debe ser la meta de cada creyente.

¿Es alcanzable? No, no en su totalidad. Entonces ¿por qué hacer el esfuerzo? Esto puede parecer una pregunta tonta para los que son Cristianos bíblicos y quienes creen firmemente que todo lo que uno hace es para la gloria del Señor (1 Corintios 10:31). Sin embargo, incluso el mundo lo hace. El estribillo popular de la autoayuda y gurús motivacionales es "Sé lo mejor que puedas ser”.  El mundo reconoce, que incluso un esfuerzo que está por debajo de la meta del individuo, resultará ser de beneficio. Por supuesto esto es todo acerca de uno mismo, algo que está muy lejos de la motivación de un creyente… al menos así lo esperamos.  

Las oraciones fervientes de Epafras para sus hermanos y hermanas en Cristo en  Colosa, nos dicen dos cosas importantes: a) Se nos exhorta a ser perfectos y completos en todo, en la voluntad de Dios, y b) Como oración, los esfuerzos de los creyentes en Colosea serán ayudados para ese fin por el Señor. Pablo, bajo la inspiración del Espíritu Santo, escribe de manera similar a los de Tesalónica: "hermanos, os rogamos y exhortamos en el Señor Jesús, que de la manera que aprendisteis de nosotros cómo os conviene conduciros y agradar a Dios, así abundéis más y más. Porque ya sabéis que instrucciones os dimos por el Señor Jesús” (1 Tesalonicenses 4:1-2). Estos dos versículos son la esencia de los puntos y preocupaciones que yo tengo al escribir este artículo. 

Por lo tanto:  

1) A través de las Escrituras nosotros como creyentes se nos exhorta a hacer todas las cosas como Dios manda, de una manera perfecta y completa como sea posible por Su gracia. 

2) A través de Su Palabra Él nos ha dado todas las instrucciones que necesitamos para hacer las cosas a Su manera (Pedro 1:3 2-4; 2 Timoteo: 3:16-17). 

3) Él nos ha dado Su Espíritu Santo para que nos ayude a entender y hacer lo que Él nos manda (1 Corintios 3:16; Juan 16:13). 

4) Tomando todo en consideración, si no hacemos lo que debemos hacer de todo corazón y si no apreciamos lo que Dios nos ha provisto y si no cumplimos lo que Él nos manda a hacer y en la manera que Él quiere que lo hagamos, si adoptamos esa actitud de descuido, eso sería el estar “errando al blanco,” en otras palabras, es pecado. Y el pecado conduce a la separación.

El pecado, para el creyente en Cristo (nosotros como creyentes ya sabemos esto), tiene consecuencias que son temporales y no eternas. La pena máxima que Cristo pagó en la cruz por nosotros, hace nuestro destino con Él eternamente seguro. Como Cristianos, nuestros pecados tienen el efecto temporal de destruir nuestra fecundidad así como afectar negativamente nuestra relación con Jesús. Él nunca nos dejará ni nos desamparará. Nuestros pecados, sin embargo, nos separan de Él hasta que nos arrepintamos. "He aquí que no se ha acortado la mano de Jehová para salvar, ni se ha agravado su oído para oír; pero vemos vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír” (Isaías 59:1-2). Sin embargo, un verdadero arrepentimiento de nuestros pecados (no importa lo que los pecados puedan ser) nos permite acercarnos a Dios, de tal modo que podemos restaurar nuestra relación (Santiago 4:8).

¿Qué tan grave puede ser el estar “errando al  blanco”? Lo que sigue es una observación que me entristece profundamente, y esa es la razón por la cual he empezado este artículo tratando de aclarar la necesidad de Dios al llamarnos a la perfección. Su palabra, Sus instrucciones, Sus mandamientos, son perfectos. Además, son palabras de Dios, no de los hombres: “Mas os hago saber, hermanos, que el evangelio anunciado por mí, no es según hombre; pues yo ni lo recibí ni lo aprendí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo”    (Gálatas 1:11-12). Las palabras de Dios son verdad; las palabras del hombre añadidas a las palabras del Señor, son levadura "profana y vana". Pueden parecer piadosas o provenientes de Dios, pero "conducirán más y más a la impiedad” (2 Timoteo 2:16). Por otra parte, agregando o substrayendo de la Palabra de Dios es condenado: "Toda  palabra de Dios es limpia; Él es escudo a los que en Él esperan. No añadas a sus palabras, para que no te reprenda, y seas hallado mentiroso” (Proverbios 30: 5-6).

Estamos en un tiempo de gran apostasía, que debería ser obvio para aquellos que están comprometidos con Jesús y, por lo tanto, a un discernimiento bíblico. La Escritura indica que tal condición espiritual aumentará dramáticamente, mientras más nos acercamos al regreso del Señor. Jesús caracterizó ese momento como un tiempo de engaño sin precedentes (Mateo 24). Pablo afirma que la razón por la cual los creyentes son engañados es porque "... vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas” (2 Timoteo 4:3-4).

¿Fábulas? Las fábulas son historias. Las historias pueden ser verdaderas o falsas, pero no son la Palabra de Dios, o Su doctrina, o Su verdad. No estoy hablando de las ilustraciones que nos ayudan a explicar la doctrina bíblica, sino lo que el hombre ha aportado y que toma vida propia y, en el proceso, se aparta de lo que Dios ha dicho. Las advertencias se dan a lo largo de la Biblia al respecto, como en Hebreos 2:1: "Por tanto, es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que nos deslicemos”. Lamentablemente, el deslizamiento de hoy en la iglesia es en proporciones de avalancha.

El Movimiento de la Iglesia Emergente (Emerging Church Movement – ECM),  a pesar de haber comenzado no hace mucho tiempo, ha tenido un gran impacto entre los jóvenes adultos Cristianos. Ha seducido a muchos en alejarse de su adherencia a la sana doctrina y a conducir conversaciones subjetivas acerca de Dios, un enfoque contemplativo para conocer a Dios, rituales tradicionales, sacramentos de las iglesias Católicas y Ortodoxas y el uso de la alegoría y espiritualización para la interpretación de las Escrituras. Esa basura del ECM continúa encontrando terreno fértil entre los milenios (jóvenes que nacieron a partir del año 2000). Pero hay un ejemplo mucho más devastador y que está apartando a la iglesia de la sana doctrina y llevándola a la deriva, y que, desgraciadamente, es a través de los ministerios de algunas de las mujeres más influyentes en el Cristianismo.

En la publicación del “Llamamiento Bereano” (The Berean Call) de Marzo 2019 mencioné los nombres de Beth Moore, Joyce Meyer, Priscilla Shirer y Sarah Young. Todas son escritoras prolíficas, con multitudes que leen sus publicaciones y que también son culpables de suplantar la Palabra de Dios y a Jesús yéndose a la deriva y apartándose de la sana doctrina. Muchas o casi todas sus enseñanzas tienen base bíblica pero están “errando al blanco” y así se van apartando más y más de la verdad bíblica. Sus "continuas conversaciones" con Dios han provocado que ellas, y por lo tanto sus seguidores, hayan adoptado falsas enseñanzas. Ciertamente Dios puede hablar a los corazones de sus hijos, pero en ninguna parte en las Epístolas encontramos un diálogo permanente entre el Señor y los creyentes. Encontramos en el libro de los Hechos que el Espíritu Santo a veces personalmente orienta y dirige a los santos pero ¡nunca en el sentido que enseñan estas mujeres! Una comunicación personal de Dios con la gente es para Su propósito y en Su momento apropiado. Incluso Sus profetas no tuvieron conversaciones continuas con Él. Jeremías tuvo que esperar diez días para que el Señor hablara con él respecto a su consulta. 

Los errores de las supuestas "conversaciones" de estas mujeres (a las que sus numerosos libros alientan o instigan a sus admiradores a emular) sugieren a sus lectores que el contenido de la comunicación puede tomarse como "así dice el Señor". Para aquellos quienes dedican más tiempo leyendo los libros de estas escritoras, más que el leer la Biblia, una enseñanza falsa que suene bíblica puede fácilmente ser aceptada como tal. Eso distorsiona no sólo la autoridad y contenido de la Escritura, sino también el carácter de Dios. A menudo el supuesto diálogo degrada al Señor, como si Él fuera uno de sus conocidos de la familia. Beth Moore declara que Dios la llama "bebé" y "querida" y participa en jugar juegos con ella. Peor aún, es lo que estas señoras afirman que han oído de Él y que contradice lo que dice Su palabra. Eso convertiría a nuestro Señor por lo menos en “otro Jesús” (2 Corintios 11:4), y ciertamente no sería la verdadera Palabra de Dios.

Todas estas mujeres promocionan una forma de misticismo, que es un abandono de la verdad objetiva de la palabra de Dios, dando preferencia a vivencias, intuiciones, interpretaciones subjetivas y sentimientos. Algunas enseñan técnicas que son "alteraciones Cristianizadas" de técnicas místicas y prácticas orientales. Ellas malinterpretan y corrompen el “Quédense quietos” del Salmo 46:10 a lo que ellas interpretan como un acto de claridad de mente, permaneciendo en silencio para poder escuchar de Dios. ¡No! Dios está declarando simplemente  a aquellos quienes temen a sus enemigos (y también a estos enemigos) que Él ha protegido y protegerá a Israel.

Todas estas mujeres caen en la trampa de adoptar los errores de asesoramiento de la Psicología Cristiana, cuyos principios son diametralmente opuestos a la Palabra de Dios. Todas estas falsas enseñanzas promocionan el edificar la auto-estima del individuo, para así poder ayudar a sus seguidores a sentirse mejor acerca de ellos mismos.  

El ecumenismo es rampante en sus escritos y su serie de videos y particularmente en su aceptación de los Católicos Romanos como hermanos y hermanas en Cristo. Puede ser que ellos desconozcan el evangelio oficial de Roma, que declara que el cielo está disponible sólo a aquellos que son bautizados por la iglesia católica, y su entrada depende de las buenas obras, después de que sus pecados hayan sido expiados en el Purgatorio. Esta ignorancia no está solo relacionada con una ignorancia del Catolicismo y otras sectas "Cristianas" y grupos aberracionales, pero parece que todo esto se deriva de una falta de conocimiento de las doctrinas básicas del Cristianismo bíblico.

Habiendo revisado muchos de los materiales de estas mujeres, todavía no he podido encontrar una clara presentación del Evangelio, particularmente una explicación de lo que se necesita creer para ser salvos. Aunque parecen ser sinceras en querer ayudar a las mujeres a "profundizar con Jesús" y "desarrollar una relación más íntima" con Él, esto no puede suceder, a menos que una persona haya nacido de nuevo. La doctrina del Evangelio de la salvación se da simplemente en respuesta al carcelero Filipense que exclamó: "... Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo? Y ellos dijeron: cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo..." Además, se debe creer que Él "murió por nuestros pecados según las Escrituras; y que fue sepultado y que resucitó al tercer día según las Escrituras"(Hechos 16:30-31; 1 Corintios: 15:1-4). Encontré solamente una explicación clara del evangelio entre las profesoras, y esa fue por Joyce Meyer. Sin embargo, para millones de personas que la siguen, trágicamente, ella declara que Jesús pagó la pena por nuestros pecados descendiendo al infierno, donde Él fue torturado por Satanás y sus demonios. Esto indudablemente ¡es un evangelio falso y un Jesús falso!  

El querer presentar una amplia exposición de todas las enseñanzas falsas de estas señoras llevaría volúmenes, ciertamente mucho más allá de lo que podría ser contenido en un artículo. Mi desafío es para aquellos que están enamorados de los libros de Beth Moore, Priscilla Shirer, Joyce Meyer y Sarah Young, es que devotamente consideren lo que yo he mencionado en esta publicación y luego, ser un Bereano (Hechos 17:11) y comparar sus enseñanzas de estas escritoras con la Palabra de Dios. Yo también exhorto a los pastores, como pastores que tienen la responsabilidad de proteger a sus ovejas, de reunirse con las mujeres en su congregación, ayudándoles a crecer en el discernimiento bíblico.

TBC