“He Aquí el Cordero de Dios” | thebereancall.org

Hunt, Dave

El Islam enseña que en el "último día" (el cual no puede venir hasta que los musulmanes hayan asesinado a todos los judíos en la tierra) todos los musulmanes cuyas buenas obras sean más numerosas que sus malas obras entrarán al Paraíso.  Siguiendo el ejemplo de su profeta Mahoma, matando a los que no son musulmanes, especialmente judíos, es una de las mejores obras que un musulmán puede hacer.  Morir en el proceso de matar cualquiera que no sea musulmán en "jihad" (guerra sagrada) es la única certeza de Paraíso que ofrece el Islam.  Esta es la trágica mentira que motiva a los musulmanes que se suicidan en Israel, Irak, Afganistán y en otros sitios donde ellos deliberadamente seleccionan a mujeres y niños inocentes como el objeto de sus ataques.

Muchos que se llaman "Cristianos", Protestantes y Católicos (aunque ellos hasta cierto punto ignoran la matanza de los judíos), tienen básicamente la misma esperanza de alcanzar el Paraíso haciendo buenas obras (en su opinión) que malas obras.  Aún la justicia elemental reconoce el error de tal expectativa.

Ninguna Corte de Justicia en el mundo podría anular una boleta de tránsito por exceso de velocidad solamente porque el acusado haya manejado muchos más kilómetros sin violar el límite de velocidad, o tampoco tal corte no podría poner en libertad a un asesino y premiarlo por haber salvado más vidas que las que él haya matado.  Tal concepto es  tan ofensivo y ridículo, repugnante a la conciencia humana, que no justificaría a nadie que estuviera siendo juzgado por el infinito Santo y Justo Juez del Universo.

No importa cuantas "buenas obras" una persona haya hecho, "pues todos han pecado y están privados de la gloria de Dios" (Rom:3:23) y por sus propias reglas establecidas nosotros "ya estamos condenados" (Juan 3:18).  Tampoco El que dice:"Yo, el Señor, no cambio" (Mal:3:6) y cuya palabra "es eterna, y está firme en los cielos" (Salmo 119:89) no puede faltar  a su palabra: "No violaré mi pacto ni me retractaré de mis palabras" (Salmo 89:34).

Nosotros sabemos que "Dios es amor" (1 Juan 4:8) y que "él quiere que todos sean salvos y lleguen a conocer la verdad" (1 Tim:2:4).  Pero El también es infinitamente santo y justo y no puede condonar ó indultar el pecado.  El ha declarado, "La persona que peque morirá" (Ezequiel 18:4), "Todo el que peque merece la muerte" (Ezequiel 18:20); y "Porque la paga del pecado es muerte" (Rom:6:23).  Esa oración se mantiene firme, "si somos infieles, Él sigue siendo fiel, ya que no puede negarse a sí mismo" (2 Tim:2:13).

Entonces, ¿cómo puede Dios perdonar y salvar a los pecadores del castigo eterno sin violar su propia justicia perfecta? ¿No incitaría Él el pecado y sería un cómplice ya que perdonaría a los pecadores? ¿Y cómo podría Él cancelar el juicio que Él mismo ha determinado sin comprometer su integridad?

La Escritura dice que cualquier que violara un sólo mandamiento es culpable de haber violado todos (Santiago 2:10).  ¿Y por qué es eso? Porque desobediencia de cualquier de los diez manamientos, no importa cuán leve pueda  ser a nuestro parecer, es rebelión en contra de Dios, y eso es la esencia del pecado.  Siendo así el caso, ¿cómo podría el Dios Santo e Infinito cumplir su amoroso deseo de perdonar a los pecadores?

Eso es la parte vital en nuestra fe.  Y vemos que ésta pregunta tan importante ni siquiera es formulada en la religión del Islam ó el Hinduismo ó cualquier otra religión.  Todas fomentan la popular ilusión, decepción, engaño, que si uno hace más buenas obras que malas, al final, éso va a inclinar la balanza de justica en favor del pecador.  ¡Pero éso no es justicia!

Si pudiéramos obedecer perfectamente todas las leyes en el futuro, (aún si fuera posible) nunca podría compensar por la violación de una sola ley en el pasado.  El no reconocer ésta realidad es la falta crucial en todas las religiones.  En realidad, ninguna persona con sentido común seguiría creyendo ésta ilusión.  El hombre, sabiéndolo muy bien y fingiendo ignorancia, pasa por alto tal fraude en la religión para evitar analizar su conciencia de las terribles consecuencias de la rebelión ante Dios.

Esta mentira es perpetuada camuflando la verdad acusadora, la verdad que Dios ha puesto en la conciencia de cada individuo.  El orgullo del hombre rehusa el encarar las terribles implicaciones de su culpabilidad ante Dios.  Tampoco pueden admitir la verdad las otras religiones ya sea el Islam, Budismo o el "Cristianismo falso".  Estas religiones perderían el poder y el control sobre las masas si confesaran que ellas no tuvieran nada que ofrecer y que sólo Dios puede proveer el perdón a los pecadores.

¿El perdón de los pecados? ¿Cómo es eso posible? Culpabilidad, castigo y perdón son claramente asuntos de la justicia y la justicia no puede ser puesta a un lado ni siquiera por el amor, misericordia ó gracia.  La justicia divina de Dios requiere que el castigo por el pecado tiene que ser pagado.  Cualquier religión que atente ó crea poder influenciar a Dios para el perdón de los pecados es un fraude.

El castigo por la violación de la perfecta ley de Dios, que la justicia infinita de Dios requiere, es por lo tanto infinita.  El hombre finito sería separado de Dios, sufriendo eternamente para poder pagar ésta deuda imposible.

Sólo Dios mismo, quien Él solo es infinito, puede pagar el castigo infinito.  ¿Pero cómo podría hacerlo? Él no es uno de nosotros.  ¡Si sólo Dios podría convertirse en hombre..!  Y eso es exactamente lo que ocurrió, produciendo el maravilloso plan de salvación que se desenvuelve a través de las páginas de la Santa Palabra de Dios, La Biblia, y sólo ocurre allí.

Los profetas bíblicos profetizaron que Dios mismo vendría a éste mundo concebido a  través de una virgen: "su simiente (de la mujer) te aplastará la cabeza (de Satanás)" (Gn 3:15); "Por eso, el Señor mismo les dará una señal: La joven concebirá y dará a luz un hijo, y lo llamará Emanuel"(Is 7:14); "Porque nos ha nacido un niño, se nos ha concedido un hijo; la soberanía reposará sobre sus hombros, y se le darán éstos nombres: Consejero admirable, Dios Fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz" (Is 9:6).

El Korán dice que Alá es misericordioso y perdonador, pero no ofrece ninguna prueba de tal perdón.  El Korán proviene de un sólo hombre, Mahoma, quien alega que fue inspirado por Alá que habló por intermedio del ángel Gabriel.  Los musulmanes basan su fe en Mahoma y en el Korán, aunque el Korán mismo exhorta, induce al "profeta" para que confiese sus pecados día y noche y también declara que Alá cambia de opinión: "Substituimos una revelación en lugar de otra..." (Sura16:101).

En contraste, la biblia ha venido a nosotros por intermedio de 40 hombres a través del curso de 1,600 años.  Por lo tanto, por cada escritor tenemos otros 39 testigos de diferentes culturas y diferentes tiempos de historia.  La mayoría de ellos no se conocieron.  La única cosa que tienen en común es que todos fueron inspirados por Jehová, el único Dios verdadero de Abraham, Isaac y Jacob, el "Dios de Israel" (Ex 5:1 y 202 veces más).  Los escritos de éstos hombres son integrados armoniosamente con temas tan detallados proveniente de uno y de otro de tal manera que prueba una divina inspiración.

Un tema que es constante a través de Génesis a Apocalipsis es el tema del plan de Dios  para la salvación de los seres humanos.  Este plan se desenvuelve cuidadosamente en profunda revelación de escritor a escritor y apoyado por cientos de profecías que han sido cumplidas sin cambio ni falla.  Dios no ha dejado ninguna duda que Él mismo vino a la tierra para pagar el castigo infinito que su propia justicia demandaba por el pecado, dándonos una salvación justa y eterna.

La Salvación para el pecador fue parte del plan de Dios desde el principio de la eternidad.  Él sabía que Adán y Eva creerían a la serpiente y que todos sus descendientes continuarían en tal rebelión.  La promesa de Dios de perdón de los pecados es continuamente renovada a través de sus profetas.

Los medios de salvación son enfocados claramente a través del desenvolvimiento del sistema de sacrificios, presentado en el Antiguo Testamento.  Empezó con el sacrificio de animales para proveer las pieles con las que Dios cubrió a Adán y Eva después que fueron expulsados del Jardín del Edén.  Fue una cubierta temporal, física, no fue un perdón total: "...ya que es imposible que la sangre de los toros y de los machos cabríos quite los pecados" (Hebreos 10:4).

El Salvador prometido fue llamado el Mesías. El hecho que tendría que dar su propia vida por los pecados de la humanidad fue representado repetidamente en los sacrificios de los animales inocentes, especialmente la ofrenda, el sacrificio de la oveja sin ninguna mancha.  Vemos por primera vez tal oveja durante la ofrenda de Abel.  La ofrenda de Caín, que consistía en el trabajo de sus propias manos fue un claro rechazo de la salvación, que Dios ofrecía y es el prototipo de todas las religiones que han venido posteriormente.  La persecución a través de la historia de la humanidad, de aquellos que obedecen a Dios, también fue visto en el asesinato por Caín de su hermano Abel, porque la ofrenda de Abel, la oveja sacrificada, fué aceptada por Dios, mientras que la ofrenda de Caín, el trabajo por sus propias manos, no lo fue.

Repetidamente, una oveja sacrificada representaba la promesa que el verdadero cordero de Dios. "Quien dio su vida como rescate para todos" (1 Tim:2:6).  Que el cordero sería el mismo hijo de Dios era también previsto.  Así como Abraham llevó a su hijo Isaac hacia la cumbre del monte Moria para ofrecerlo en sacrificio siguiendo las ordenanzas de Dios, creyendo que Dios lo resucitaría de entre los muertos, Isaac preguntó, "¿dónde está el cordero para el holocausto?" (Gen:22:7). Por fe Abraham respondió, "El cordero, hijo mío, lo proveerá Dios" (Gen:22:8).

Esta promesa se puede leer a través de los libros de la Biblia: "Y ahora el Señor omnipotente me ha enviado con su espíritu" (Is 48:16); "el Padre envió a su Hijo para ser el Salvador del mundo" (1 Juan 4:14).  No pudiendo entender a sus propios profetas y creyendo que el Mesías tomaría inmediatamente el trono de David, la mayoría de los judíos no se dieron cuenta que Él tenía que venir primero como el cordero prometido para ser sacrificado por los pecados de todos nosotros para cumplir los ofrecimientos del libro de Levítico.  Sólo en su segunda venida, en todo su poder y toda su gloria, Él establecerá un reino en la tierra.

El sacrificio del cordero y el esparcimiento de su sangre "en los dos postes y en el dintel de la puerta: (Ex 12:7) causó que el ángel destruidor pasara sobre las casas de los israelitas cuando el juicio de Dios cayó sobre Egipto, liberando a Israel de una cruel esclavitud y éste evento es conocido como La Pascua, y es todavía celebrado por los judíos en todo el mundo.

Desafortunadamente, exactamente como los profetas lo habían predicho, Israel se burló y crucificó al "santo de Israel" "al santo de Dios", a quien hasta los demonios habían reconocido (Marcos 1:24; Lucas 4:34).  Pocos fueron los que creyeron a Juan el Bautista cuando dijo: "Aquí tienen al Cordero de Dios que quita los pecados del mundo"(Juan 1:29).

En contraste, no hay razones justas para el perdón de los pecados en la religión del Islam.  Y aún en el Catolicismo, que pone tanto énfasis en la crucifixión, su totalidad es negado por la propuesta, la demanda, que en el "sacrificio de la Misa" Él está siendo ofrendando en forma perpetua. Por lo tanto, el castigo, la pena,  nunca es pagado en los altares católicos.  Porque si fuera así, como dice las Escrituras, la Misa hubiera cesado ya que "De otra manera, ¿no habrían dejado ya de hacerse sacrificios? Pues los que rinden culto, purificados de una vez por todas, ya no se habrían sentido culpables de pecado." (Hebreos 10:2).

El ofrecimiento continuo de lo que se llama "tansubstancimiento" que es el cuerpo y sangre de Cristo en los altares romanos, lo cual rechaza las declaraciones bíblicas que " (Cristo) se ha presentado una sola vez y para siempre a fin de acabar con el pecado mediante el sacrificio de sí mismo" (Hebreos 9:25) "Y cuando éstos (los pecados) han sido perdonados, ya no hace falta otro sacrificio por el pecado" (Hebreos 10:18).  Cada atentado para añadir ó perpetuar el sacrificio que Dios hizo en la cruz es un rechazo de la declaración triunfante que Él hizo en la cruz, "Todo se ha cumplido" (Juan 19:30).

Así como en el falso "Cristianismo", y al igual que todas las religiones del mundo, el castigo por el pecado nunca es pagado en su totalidad, sino que se queda sobre la cabeza de los creyentes como una espada de Damócles: "nadie será justificado en presencia de Dios por hacer las obras que exige la ley" (Rom:3:20).  Sólo Cristo podría pagar tal castigo y lo hizo en la cruz.  Pero ¿cómo creyendo en Él puede justificar a un pecador?  Pablo confronta ésta pregunta: en Romanos 3:26.  El responde que no hay nada que nosotros podamos hacer excepto que aceptar el sacrificio de Cristo, que Dios ha aceptado por nuestro bienestar y por lo tanto "todos somos justificados por la fe, y no por las obras que la ley exige" (Rom:3:28); "Cree en el Señor Jesús; así tú y tu familia serán salvos" (Hechos 16:31).  "Porque por gracia ustedes han sido salvados mediante la fe; esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios, no por obras, para que nadie se jacte.  Porque somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios dispuso de antemano a fin de que las pongamos en práctica" (Efesios 2:8-10).

Muchos que profesan creer en Cristo insisten en añadir sus propios esfuerzos como pago parcial de su salvación.  Pero la salvación es un regalo: "la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, nuestro señor" (Rom:6:23).  Tratar de pagar por la salvación de uno con la membrecía en una iglesia, oraciones ó esfuerzos propios es un insulto a Cristo, que pagó el precio de nuestra salvación en su totalidad y también es un rechazo al regalo de la gracia de Dios.

Algunos creen que Dios no murió por toda la humanidad pero por sólo por aquellos que fueron predestinados a la salvación, dejando al resto de la humanidad al tormento eterno.  Pero vemos en la Biblia que cada representación del sacrificio de Cristo en el Antiguo Testamento fue para todo Israel.  Pero cada judío no fué salvado, poque no todos los judíos creyeron.  Salvación es sólo por fe.

La Pascua no fue solo para Israel sino también para los egipcios, quienes por fe mataron al cordero y aplicaron la sangre a sus casas.  El maná fue para todo Israel; nadie fue ignorado.  Así como también el agua que brotó de la roca: "y tomaron la misma bebida espiritual, pues bebían de la roca espiritual que los acompañaba, y la roca era Cristo" (1 Cor:10:4).  Así también fue con el día del Perdón, todos los sacrificios levíticos, etc.  Estos fueron para todos los judíos y para todos los extranjeron que creían.  Nunca hubo una sugestión, alusión lejana o velada o insinuación que cualquier sacrificio ó cualquier otra provisión proveniente de Dios fuera sólo para un cierto grupo.

No hay necesidad de especular si en Juan 3:16 Dios amó tanto al mundo que dio a Cristo a que muriera por todos.  Cristo resuelve tal asunto presentando su cruz a Nicodemo con otro ejemplo del Antiguo Testamento: "Como levantó Moisés la serpiente en el desierto, así también tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en Él tenga vida eterna." (Juan 3:14, 15).  Indisputablemente, siendo curado mirando a la serpiente, exactamente como todas las otras previsones en el Antiguo Testamento dirigiéndose a Cristo, no fue sólo para un número limitado dentro del pueblo de Israel, sino para todos aquellos que creían.

Así es con cada representación de la venida del Cordero de Dios.  Isaías declara, "Todos andábamos perdidos, como ovejas; cada uno seguía su propio camino" (Is53:6).  Esta es una acusación de cada persona en Israel, "pues todos han pecado y están privados de la gloria de Dios" (Rom:3:23).  En un lenguaje claramente similar, Isaías añade las buenas noticias: "pero el Señor hizo recaer sobre Él la iniquidad de todos nosotros" (Is 53:6).  Justo cuando ya nosotros nos estábamos perdiendo Cristo murió por todos nosotros: "Cristo Jesús vino al mundo a salvar a los pecadores..." (1 Tim:1:15).  Satanás trata de arrebatar éstas "noticias que serán motivo de mucha alegría para todo el pueblo." (Lucas 2:10) de los corazones de aquellos que las escuchan y que "no sea que crean y se salven" (Lucas 8:12).

Parémonos firmemente sobre la Palabra de Dios, proclamando a todo el mundo que el Salvador ha nacido en Belén, "el Cordero de Dios," para arrebatar el pecado de éste mundo; que Él murió en la cruz para pagar por los pecados de todos; y que el regalo de vida eterna es ofrecido libremente a todos aquellos que quieran recibirlo, con una fe sencilla y simple, como la de un niño.
 Rapto de la Iglesia: ¿Precursor o Posterior a la Gran Tribulación?

Título en inglés: "Pre or Post Trib Rapture?"