AMOR MARAVILLOSO | thebereancall.org

Hunt, Dave

Recientemente, me he convencido que mi entendimiento y apreciación del infinito Dios y Su amor lamentablemente inadecuados.  ¿Pero no es de esperar que nuestro entendimiento del infinito Dios y de Su amor "que excede a todo conocimiento" (Efesios 3:19) deje mucho de desear?  Por supuesto que no.  El Señor declaró que tenemos que gloriarnos en nuestro entendimiento de Él quien dice que "Yo soy el Señor que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra..." (Jeremías 9:24) ¿Entender al Dios infinito?  ¡Eso parece imposible! Y aun así es Su deseo para nosotros.  El mismo Señor glorioso que le dijo a Abraham, "Yo soy tu escudo, y muy grande será tu recompensa" (Génesis 15:1), desea revelarse Él mismo hacia nosotros por medio de Su Santo Espíritu.

¿Por qué entonces es nuestro entendimiento de Dios y de Su amor tan débil?  La respuesta no es difícil de encontrarse si examinamos honestamente nuestras vidas. ¿A qué y a quién nosotros realmente buscamos? ¿Cuál es nuestra ambición y nuestra pasión? ¿No es acaso que nos preocupamos por las cosas que están en éste mundo en vez de buscarlo a Él que está en su trono en el cielo? Aunque nosotros negáramos ésta acusación con nuestros labios, ¿no demostramos acaso ésta vergonzosa verdad con la manera en que viven nuestras vidas?

Depende del tipo de trabajo que hacemos, por lo general nos concentramos en nuestras tareas cotidianas y no damos ni siquiera un solo pensamiento a nuestro Señor durante el transcurso de nuestras labores diarias.  Otros, por el contrario, se regocijan en el Señor mientras trabajan.  ¿Pero, qué hacemos yendo y viniendo del trabajo?  ¿Y que hacemos mientras estamos en casa? ¿Cuántas horas de nuestro tiempo, que podríamos dedicarlo para enriquecer nuestra comunión con Él, es desperdiciado en mirar televisión, novelas, juegos y otras actividades triviales de las que nos avergonzaremos cuando veamos a nuestro Señor cara a cara?

Si nosotros realmente queremos conocer a Dios, Él debe ser nuestra prioridad principal.  ¿Acaso no prometió Él, "Me buscarán y me encontrarán, cuando me busquen de todo corazón" (Jeremías 29:13)? ¡De todo corazón! ¿Puede acaso ser ése el problema?  En el Nuevo Testamento también encontramos que "ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que Él existe y que recompensa a quienes ‘intensamente' lo buscan" (Hebreos 11:6) énfasis sería en ‘intensamente'.

¿Dónde está nuestra pasión por Dios y por Cristo? Aquellos de nosotros que profesamos conocer y amar al Señor ¿acaso tratamos de buscarlo intensamente para conocerlo mejor? ¿La manera en que viven nuestras vidas reflejan las palabras del salmista "Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo?" (Salmo 42:2)  ¿Acaso compartimos la misma pasión que tenía Pablo cuando dijo: "Lo he perdido todo a fin de conocer a Cristo... sigo avanzando hacia la meta para ganar el premio que Dios ofrece mediante su llamamiento celestial en Cristo Jesús" (Filipenses 3:10, 14)

Si nos examinamos con absoluta honestidad ¿cuántos de nosotros dedicamos todo de nuestra parte para observar solamente el primer mandamiento, "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente" (Mateo 22:37)?  Jesús también dijo "este es el primero y el más importante de los mandamientos" (Mateo 22:38) ¿Nos hemos olvidado de éstas palabras dichas por nuestro Dios, el creador del universo?  En el proceso de vivir por nuestro Señor y evitar el pecado, ¿habremos pasado por alto el peor de los pecados, el no haber amado al Señor con todo nuestro corazón, alma y mente?  ¿Cuándo fue la última vez que expresamos nuestro amor con la pasión de nuestro corazón?

Puede que no dejemos de ir a la iglesia todas las semanas (aunque esta clase de persona es rara hoy en día)  Muchos de nosotros también probablemente cantamos y adoramos y expresamos nuestro amor por nuestro Señor en compañía de otros de los "pocos fieles" y eso es loable y encomiable.  Pero si observamos detenidamente, cuando el último "Amen" se ha dicho en el "servicio de adoración" y nuestra conversación inmediata y automáticamente cambia a cualquier otra cosa que no sea Cristo y Dios.  ¿Cuánto "compañerismo" y "edificamiento espiritual" son expresados de parte de nosotros, en una forma de excitación, compartiendo las maravillas del amor de Dios?  ¿Y por qué no?  ¿Cuánto tiempo es desperdiciado en otras cosas?  ¿No es ésta la manera en que revelamos nuestros corazones, nuestro amor verdadero?

Dios tiernamente recordó a Israel, su pueblo escogido, "Recuerdo el amor de tu juventud, tu cariño de novia, cuando me seguías por el desierto, por tierras no cultivadas.  Israel estaba consagrado al Señor"  (Jeremías 2:2,3)  Pero también lamentó tristemente, "... mi pueblo se ha olvidado de mí por innumerables días" (Jeremías 2:32)  Peor aún, ellos se alejaron del Dios verdadero, quien los liberó de Egipto, los trajo a través del Mar Rojo a tierra seca, los alimentó con maná, derrotó a sus enemigos y los trajo triunfantemente a la Tierra Prometida.  Se alejaron del Dios verdadero y ¿a quién se acercaron?  ¡Increíblemente se dedicaron a adorar a ídolos de madera y piedra!  Renunciaron "la fuente de agua viva" para saborear un sorbo de cisternas rotas y contaminadas que "no retienen agua" (Jeremías 2:13)

A su pesar, Cristo amonestó a la iglesia primitiva de Efesios: "...has dejado tu primer amor" (Apocalipsis 2:4)  ¡Qué gran dolor y pena ha debido haber causado eso al Señor! ¿Y qué de nosotros?  ¿ Le hemos dicho al Señor con sentimientos fluyendo de nuestros corazones que lo amamos hoy, ésta semana, éste mes?  Y si examinamos nuestras acciones y vamos más allá de lo que sabemos intelectualmente y profesamos con nuestros labios, ¿cuál es la realidad que nuestras vidas demuestran día tras día?  ¿Nuestras acciones contradicen nuestras palabras?  ¿Reflejan nuestras vidas el vacío,  la pobreza de lo que se deja pasar por "adoración" en muchas iglesias de hoy y lo que realmente es una serie de repeticiones, expresiones vacías de canciones escritas por escritores modernos?  Aunque muchas de tales canciones son sinceras, muchas de ellas no son espiritualmente maduras para poder reemplazar los himnos antiguos de la fe, escrita por gente que conocían al Señor por muchos años y expresaron en forma excelente su amor y apreciación por Dios y Cristo.  No es el estilo, son las palabras y la falta de profundidad real que es manifestada tan a menudo en servicios modernos de "adoración".

Uno se aflige y se entristece al observar la superficialidad de las populares canciones de "adoración" de hoy en día que han reemplazado los himnos de antaño que poseían doctrina y profundidad espiritual.  Por ejemplo: "Te amo Rey; mi alma se regocija.  Toma gozo, mi Rey en lo que Tú escuchas.  Deja que sea un dulce, dulce melodía en tus oídos"  ¿Pero qué "dulce, dulce melodía" es lo que Él ha escuchado?  Nada, excepto una expresión de amor  tan vacía que no manifiesta Su gran bondad para poder mostrar un entendimiento genuino y una apreciación que alegraría Su corazón.  En contraste, consideren la profundidad de gratitud expresada en uno de los cientos de himnos que se han descartado hoy en día:



Enséñanos O Señor, a conocer tu infinito amor, ¡Tú que diste tu vida por nosotros! Delante de nuestra endeble fe, Señor Jesús, muéstranos tus manos y tu costado, para que nuestros agradecidos corazones, respondiendo con el tuyo, despierten con todo el poder del amor divino.

Tu muerte ha traído a la luz el corazón de Dios Padre y nuestros corazones has ganado.  Y ahora nosotros te contemplamos como tú eres, el glorioso Hijo de Dios.  Y sabemos que somos amados con ese gran amor que está depositado en ti, en esas iluminadas cortes del cielo.

Tu carne es alimento.  Tu sangre derramada, bendito Salvador, es ciertamente bebida.
 En ti, O Señor, está el verdadero, el pan celestial de la vida y del cual nuestras almas se alimentarán.  Y viviremos contigo en nuestra casa eterna llena de vida donde ni el pecado, ni la necesidad, ni infortunio, ni pena, ni muerte puedan venir.



Jesús dijo que para tener vida eterna nosotros debemos conocer "el único Dios verdadero, y a Jesucristo..." (Juan 17:3)  ¿Cómo podemos conocerlo sin conocer Su maravilloso amor?  ¿Y cómo podemos conocer el verdadero amor infinito que Él mostró en la cruz, sin que nuestros corazones estén llenos de amor, gratitud y adoración?  La oración de Pablo por los santos en la iglesia de Efesios ( y también para nosotros hoy en día) fue que "para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que exceda a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios" (Efesios 3:17-19)  Un escritor de himnos de antaño lo puso de ésta manera: "Transciende todo conocimiento, que este querido amor tuyo, Señor Jesús, Salvador. Así y todo, este corazón mío podría en toda su anchura, longitud, profundidad y altura, y con Su poder eterno, conocer más y más"

¡Con adoración y agradecimiento nosotros debemos acercarnos al Señor "por su gran amor que nos amó" (Efesios 2:4)  Nosotros creemos en el amor de Dios; Cantamos y adoramos y muchas veces con lágrimas en los ojos nos sentimos abrumados por su magnificencia.  Y aún así me siento avergonzado porque mis pensamientos más altos y mis palabras más elocuentes son inadecuados para expresar de mi corazón la respuesta apropiada que tal maravilloso amor merece.  Mi angustia constante es, "¡Señor, llena mi corazón sediento con una revelación más profunda de ti y de Tu maravilloso amor para poder darte yo el elogio, el alabo y el amor que Tú te mereces!"

Cuándo me pongo a meditar para encontrar un entendimiento y una apreciación más profunda, me parece incomprensible que el Dios infinito me pueda amar, no con un amor genérico sino con ¡un íntimo, apasionado, personal, sólo para mí!  El escritor de un himno pregunta,



El amor envió a mi salvador a morir por mí.
¿Por qué me amó tanto?

Sumiso y dócil a la cruz del calvario fue llevado.
¿Por qué me amó tanto?

¿Por qué mi Salvador al Calvario fue?
¿Por qué me amó tanto?


Es increíble el comprender qué tan poco merecedores somos de una de Sus más pequeñas misericordias.  Reconocemos que, con nuestra limitada inteligencia, no podemos encontrar una respuesta a la pregunta constante: ¿Por qué Él nos ama tanto? Nada en nuestros seres puede merecer Su infinito y puro amor, lo cual va más allá de nuestros más altos pensamientos.

La respuesta a esa pregunta, por supuesto, la podemos encontrar en 1 Juan 4:8, 16: "Dios es amor"  Él no puede hacer otra cosa sino amarnos, por que el amor es la misma esencia de Su naturaleza.  Pero esta realidad, no disminuye la maravilla de Su amor, ni despersonaliza Su amor, el cual es tan alto, y su pasión que es tan íntima, que puede descender a lo más profundo para poder abrazar a los pecadores, ¡aún aquellos en rebelión contra Él!  De himnos enterrados en el pasado, desechados por los "cantantes modernos" de hoy en día, podemos mencionar este glorioso refrán:



¡Qué condescendencia, trayéndonos la redención; En las tinieblas más oscuras de la noche donde nadie, ni una alma se podía ver;

¡Mi Dios, mi tierno, cariñoso y afectuoso Dios, puso a un lado Su esplendor, descendiendo tan bajo para salvar mi alma!

Sin ninguna reticencia o desgano, Su sustancia de carne y sangre, Él tomó la forma de un hombre, revelando el misterioso plan.

¡O misterio glorioso! ¡Sacrificio en el Calvario! ¡ Y ahora ya sé,  Él es el gran YO SOY!

 

El coro de esa canción expresa la respuesta de corazones redimidos hacia tan gran amor: " ¡O, cómo yo lo amo, cómo yo lo adoro, mi aliento, mi luz solar, mi todo ser!  ¡El gran Creador es mi Salvador, y toda la plenitud de Dios vive en Él!

El amor de Dios va más allá de nuestro limitado "conocimiento" pero tampoco debe  sorprendernos que aún así, nosotros podemos conocerlo. Ciertamente testificamos en este mundo pecador. Aún el amor humano es misterioso y va más allá de nuestra comprensión.  Eso es porque proviene del corazón y "engañoso es el corazón más que todas las cosas" (Jeremías 17:9)  El divorcio entre los que profesan ser cristianos evangélicos es igual a de los impíos y no salvos: aproximadamente 50 por ciento.  Estos son los esposos y esposas que en el momento de la ceremonia nupcial, solemnemente, sinceramente y con altas esperanzas prometieron y juraron su amor hasta que la muerte los separe, y aún así, durante su vida matrimonial, descubrieron que la vida con la persona que habían amado tan apasionadamente, llegó a ser tan insoportable que rompieron su palabra.

Aquellos que permanecieron fieles, a pesar de todo, aprendieron que el amor no es solamente una emoción, sino un compromiso jurado que edifica el carácter de la persona cuando tal compromiso es mantenido.  Y esa fidelidad, al frente de los numerosos problemas, refuerza al amor.  Y así también es nuestro amor por Dios.  Van a haber problemas que nos van a ocasionar dudas de Su amor, y otras atracciones que van a competir con las afecciones que sólo a Él le pertenecen.  Cuando dudas surgen, cuando temores aparecen, o cuando la lascivia o lujuria invade nuestras vidas para destronar a Cristo en nuestros corazones, nosotros tenemos que contemplar el Calvario para darnos cuenta que nadie puede competir con Su amor por nosotros.  Añorando himnos de antaño, de hace 150 años, recordamos palabras que rompen a nuestros corazones:



Señor, Tu amor nos ha encontrado perdidos en el desierto.

Tú has desplegado Tus brazos hacia nosotros que estábamos sufriendo, ensangrentados y en agonía.

¡Escuchen! ¿Qué gemidos son esos que provienen del jardín?

Es el Señor manteniendo vigilia, mientras sus discípulos duermen profundamente.

O bendito Señor, ¿qué has hecho? ¿Qué tan grande ha sido la recompensa?

Dios ha entregado a Su hijo eterno.  El Señor del cielo y de la tierra.

Padre nuestro, en Su infinito amor, separó a Su hijo de Su lado;

Y a Ti no te importó rebajarte, a tan gran costo, por su novia.

Aunque no te vemos, te amamos; precioso sea Tu nombre; que nuestros ojos admiren.

Con gozo infinito exclamaremos, "Ni siquiera la mitad se ha revelado."

Tú has sobrepasado toda la fama que nuestros oídos han escuchado

¡Qué feliz lo que conocen tu nombre y confían en Tu Palabra Fiel!


¿Cómo un Dios Santo, en completa justicia pueda perdonar a pecadores?  Esto ha sido un problema que Dios ha confrontado a través de la historia de la humanidad y la respuesta es: sólo su infinito amor ha podido hacerlo. Una vez más el eco de un himno del distante pasado viene para alegrar a nuestros corazones:


Maravilloso amor que me rescató, a mí que estaba hundiéndome en el pecado.

Culpable y villano era yo, sin esperanza alguna.

Cuándo ya cada rayo de luz  había desaparecido, ¡O día glorioso!

Levantando mi alma de dentro los muertos, ¡el amor encontró un camino!

El amor envió a mi Señor a la cruz de la vergüenza.  El amor encontró un camino - O alabado sea Su Nombre Santo!



Y no nos olvidemos lo que costó no solo al Hijo sino también al Padre: "Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a Su hijo unigénito, para que todo el que cree en Él no se pierda, sino que tenga vida eterna" (Juan 3:16)   El Padre entregó al Hijo de Su amor para que sea burlado, acusado falsamente, abusado, golpeado y crucificado por las criaturas que Él creó.  Por Su infinito amor por nosotros, Él depositó en Su hijo los pecados del mundo, castigándole como si fuera el pecado mismo y causando que Él sufriera el castigo del infierno, por todos los pecados que la humanidad había cometido.  ¿Tanto Él nos amó? ¡Sí! ¡Pensemos y meditemos en esto!

No podemos imaginar la angustia de ambos, El Padre y el Hijo, expresado en la súplica incomprensible, "¿Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?"(Salmo 22:1; Mateo 27:46; Marcos 15:34)  ¡Y todo eso se hizo para que nosotros, que sólo merecemos el castigo eterno, podamos ser perdonados!  ¡Que el Padre y el Hijo amen a pecadores es suficiente para que sea algo incomprensible, pero debería despertar una respuesta de amor y gratitud dentro de nuestros corazones para que nuestras vidas cambien para siempre!  Que así sea para Su gloria y para la salvación de las almas.


Título en Inglés: Wonderful Love