EL AMOR DE DIOS - PRIMERA PARTE | thebereancall.org

TBC Staff

Se ha sugerido que la capacidad única de formar ideas conceptuales y poder expresarlas verbalmente, separa la humanidad de todas las criaturas inferiores, creando un abismo que ningún proceso evolucionario nunca podría abarcar. Aunque eso es cierto, también existe otra capacidad que separa al hombre, incluso más lejos de los animales. Pablo lo explicó así: "Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe” (1 Corintios: 13:1). Al poner esto en un contexto contemporáneo, sin tener amor, el hombre es un robot, una computadora programada para  reacciones sin sentido. En una palabra, es el amor que hace a un ser humano.

Dios ha dado al hombre maravillosas habilidades. Pensemos en los grandes científicos y filósofos que han explorado los misterios de la vida; y los poetas, novelistas y músicos que han expresado la profundidad de la experiencia humana en formas atractivas e irresistibles. No tenemos que discutir lo absurdo de la evolución para convencernos de que la capacidad de investigar los misterios del átomo o componer o apreciar una ópera, implica cualidades que ningún animal podría adquirir mediante el desarrollo de un cerebro más grande o un sistema nervioso más avanzado. Aunque estas cualidades son fantásticas, sin embargo, no es lo que principalmente distingue la vida humana del animal. Es el amor.  

¿Qué entendemos por amor? Ciertamente no es la idea popular en los medios de difusión de hoy en día. Los dichos en los parachoques de los automóviles que dicen, "Hacer el amor, no la guerra", las cuales reflejan algo trivial muy común de la capacidad más alta del hombre. El amor es mucho más que sexo. Los animales pueden disfrutar de eso también. Pero si falta el amor verdadero, entonces el sexo se convierte en una mera gratificación de instintos animales que no pueden satisfacer al espíritu del hombre.

Sí, hay similitudes entre los seres humanos y animales, mientras vivamos en cuerpos de carne y hueso en este planeta. Tenemos ciertas necesidades básicas de alimentación, de calor y agua. Conocemos el hambre y la sed al igual que los animales. También experimentamos los impetuosos deseos sexuales y otros deseos carnales, pero Dios quiso que estas pasiones fueran controladas por el amor.La voluntad no es comparable con la lujuria, pero el amor de Dios trabajando en el hombre puede conquistar el mal con sus deseos puros.

El error de no ser motivado por el amor de Dios, trae derrota en nuestra vida personal. Hay quienes pueden, por motivos egoístas con el halago por parte de otras personas, aparentemente conquistar los deseos físicos y permanecer fieles a Dios. La verdadera victoria, sin embargo, no es necesariamente obtenida por aquellos quienes, exteriormente parecen ser victoriosos. Si el amor - que Pablo nos recuerda es el ingrediente esencial — está ausente, entonces aún el morir quemado en una hoguera, no sería de ningún valor ante los ojos de Dios.

Sin el amor, Pablo nos hace recordar, no somos nada. Ese "nada", no significa que no existimos, sino que no somos lo que fuimos destinados a ser por nuestro Creador. No somos totalmente humanos sin amor, no importa cuánto conocimiento tengamos o qué inteligentes nosotros seamos. Debe quedar claro por qué es éste el caso. Somos hechos a imagen de Dios, quien, hablando de sí mismo, ha dicho, "Dios es amor”. Así, la esencia del Creador que hizo al hombre a Su imagen, debe ser la esencia del hombre que fue creado. Y es en la perversión de esa esencia, de la cual tenemos amplias pruebas, que algo resultó horriblemente equivocado.

No necesitamos conocer el idioma Griego y la diferencia entre los tipos de amor (ya que el Griego tiene palabras diferentes que expresan la palabra “amor”) para uno darse cuenta de que el amor que Pablo describe en 1 Corintios 13 va más allá de lo que el hombre generalmente experimenta o expresa. Es una cualidad divina que brilla, una cualidad que suena cierta y verdadera a nuestra conciencia y al mismo tiempo nos condena. No podemos discutir o contradecir con la norma que establece Pablo. Sabemos que el verdadero amor debe ser precisamente lo que en sí representa, pero al mismo tiempo nos avergonzamos al admitir que tal amor está más allá de nosotros. Sin embargo, también sabemos que fuimos creados para experimentar esa clase de amor y la razón por la cual no podemos experimentar esta clase de amor es un defecto por el cual somos responsables y al no tener esa experiencia experimentamos una profunda pérdida.  

Pablo está mostrando un amor que no es de este mundo. Es una prueba adicional que fuimos hechos para otro mundo. Podemos reconocer lo que el amor verdadero debe ser, y nos impacta como la descripción de una tierra que nunca hemos visto, pero que de alguna manera sentimos que pertenecemos a ella. No necesitamos leer ninguna otra parte de la Biblia, si leemos el "capítulo del amor", para saber que el hombre es una criatura que ha caído. Podemos decir, "¡Yo te amo!” pero tal vez ni nos damos cuenta que realmente queremos decir “Yo me amo, y yo a ti te quiero!” Tal es la tragedia de la actual experiencia humana.

Sin embargo, esas palabras, "Te amo", tienen el poder de transformar maravillosamente a la persona que las pronuncia y a la persona a quien es dirigida. Es la máxima expresión que el hombre es capaz de expresar, como una criatura hecha a imagen de Dios. Algunas personas encuentran difícil verbalizar estas palabras, y otras personas se sienten muy incómodas al escucharlas. Lo que todos encontramos casi imposible de creer, es que el Dios que creó el universo ha hablado estas palabras maravillosas personal e íntimamente a cada uno de nosotros. Y lo ha hecho de una manera que nadie jamás pudo haberlo hecho: el haber tomado una forma humana y el haber muerto por nuestros pecados en la cruz. Y de esa manera ha demostrado plenamente Su amor y no hay ninguna excusa de parte nuestra para ponerlo en duda. 

Es esta manifestación sin precedentes del amor de Dios lo que hace al Cristianismo eso que es. Hay muchas facetas de nuestra vida en Cristo que hace nuestra existencia realmente única. Entre los distintivos más increíbles, se encuentra la relación que cada  El cristiano tiene con Cristo mismo, una relación personal íntima que no sólo es inigualable con ninguna otra fe, sino que es absolutamente esencial, si alguien se considera ser Cristiano.

En cambio, para un Budista el tener una relación personal con Buda no es posible ni es necesario. Tampoco en la práctica del Islam ya que ha sido deteriorada, porque Mahoma está en una tumba. A ninguna de las otras religiones les molesta o siquiera ven que es un obstáculo el hecho de que sus fundadores están ya muertos y desaparecidos. No así con el Cristianismo. Si Jesucristo no estuviera hoy vivo no habría ninguna fe Cristiana, porque Él es todo lo que se ofrece. Cristianismo no es una religión de masas, sino una relación personal. 

En el corazón de esta relación hay una realidad tan asombrosa que muchos cristianos, incluyendo aquellos quienes han conocido al Señor durante muchos años, que raramente la viven disfrutando plenamente. No es que intelectualmente no lo creamos, pero nos parece demasiado maravilloso el aceptar sus implicaciones en nuestra constante experiencia en la vida cotidiana.  

Somos como una chica hogareña, de un pequeño pueblo y de una familia muy pobre que está siendo pretendida por el hombre más guapo, más rico, más poderoso, más inteligente, y en todos los aspectos el hombre más codiciado que haya vivido. Ella disfruta de las cosas que él le da, pero no es capaz de darse totalmente a él y realmente llegar a conocerlo, porque le parece a ella increíble que éste hombre, con todas las mujeres más atractivas del mundo a su alcance, que él realmente le ame a ella. Y pensar que tener que dejar el ambiente familiar de su infancia, los amigos y familiares que han sido todo los que ella ha conocido y querido, para salir con éste hombre que parece amarla tanto y formar parte de otro mundo tan extraño e inconcebible, es para ella demasiado abrumador.  

Algunos de nosotros crecimos, cuando éramos niños, cantando, "Jesús me ama, esto sé, porque la Biblia me lo dice así", y encontramos una cierta seguridad infantil e inocente en este momento de nuestra vida. Sin embargo, nunca nosotros maduramos en ese amor, porque no nos enseñaron a hacerlo. Mientras tanto, otros amores entraron en nuestras vidas y tomaron prioridad sobre el amor de Dios.   

De tanto en tanto, para estar seguros, leemos el capítulo del amor (1 Corintios 13) y cantamos entusiásticamente (y a veces incluso con gran sentimiento) clásicos como "el amor de Dios es mucho mayor y va más allá de lo que una lengua o letra pueda decir...." Pero ya no somos niños, y el simple hecho de que "Cristo me ama" ha perdido su poder para nosotros. No porque intelectualmente sea demasiado superficial, sino porque sus implicaciones más profundas, que ahora débilmente podemos percibir, son espiritual y emocionalmente demasiado fantásticas.  

Así como la chica del pequeño pueblo, cada uno de nosotros encuentra muy difícil de creer que Jesús realmente nos ama. Aunque agradecemos sus bendiciones, nos resulta difícil llegar a tener intimidad con nuestro pretendiente celestial, porque nos parece tan inadecuado que el Señor del universo nos esté cortejando. Que Él ama a todos y que estamos incluidos en ese gran amor es muy maravilloso. Mi reacción es muy limitada, del gozo que Él desea que yo tenga.  

Así la esencia de la vida Cristiana - su verdadera fuente de gozo, confianza y poder —está tan ausente de lo que hoy se llama Cristianismo. Podemos ser muy fundamentalistas, evangelisticos y bíblicos, pero aún sin darnos cuenta que el corazón de nuestra fe está ausente. Esta triste realidad se refleja en la manera que presentamos a Cristo al mundo.   

Desafortunadamente, como hemos visto, la iglesia, al comienzo de su historia, se apartó de los fundamentos de la fe, en la manera que esa relación imprescindible personal con Cristo perdió su importancia y significado. Eventualmente se le negó, incluso a quienes lo necesitaban, por quienes pretendían representarlo. Cristo dice, "ven a mí... Yo soy la puerta... el camino, la verdad, la vida”. La iglesia, sin embargo empezó a propagar que ella en sí era el camino a la salvación y llevó al mundo a sí misma en vez de guiarlos a quien Pedro había dicho, "tampoco existe salvación en ningún otro" (Hechos 4:12).  

No sólo para los católicos, sino para muchos Protestantes de hoy, el unirse a una iglesia se ha convertido en un substituto de una relación esencial y salvadora con Cristo. Aunque la Reforma repudió una serie de herejías, dejó intacta una gran cantidad de excesos asociados con el Catolicismo. Desde esa base, formas, fórmulas y actitudes han crecido hasta que, en gran parte del Protestantismo en la actualidad, el afecto y honor que merece Cristo mismo, está dirigido a pastores y lealtades denominacionales. El amor apasionado que la novia debe tener para el Novio, es a menudo demasiado deficiente, o si no,  carece de Él, completamente.   

El amor de Dios genera amor por otros a quienes Él ama, por lo tanto proveyendo la única motivación verdadera para cumplir la gran Comisión. En la predicación del Evangelio, estamos para ser mensajeros del amor de Dios, expresándolo y compartiéndolo con el mundo. En el proceso de hacer discípulos, estamos trayendo a otros en una relación de amor con Él. Nosotros no estamos llevándolos nuevamente bajo la ley, sino a la libertad de la gracia de Dios. Es el amor que nos motiva a obedecer de una manera que nunca podríamos hacer por obligación legal o por el temor del juicio. Como Jesús dijo a sus discípulos:  

“El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él…El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él.El que no me ama, no guarda mis palabras…” (Juan 14:21, 23, 24).

Es una tragedia que tan fácilmente olvidamos, la gloria y maravilla del amor de Dios, no sólo como gozo de nuestras vidas y motivación para la obediencia, sino también en su relación con el Evangelio.  Podemos presentar la verdad de Juan 3:16, por ejemplo, como un acto judicial por parte de Dios y olvidar que el versículo comienza diciendo, "porque amó Dios tanto al mundo...." La obra de salvación fue concebida y ejecutada por el amor divino. Podemos presentar el evangelio correctamente y ser fiel a sus conceptos básicos relativos a la muerte, sepultura y resurrección de Cristo en nuestro lugar por nuestros pecados y olvidar, y así no transmitir a los demás, el corazón de Dios, que es la parte central del mensaje.

Algunos de los antiguos himnos clásicos lo expresaron así: "Hijo de Dios, que este amor causó que murieras por mí, para salvar nuestras almas perdidas…” Otro exalta, "Oh ese amor que no me deja ir, mi alma abatida descansa en Ti...." y exclama otro, “¡Oh, la maravilloso es todo esto!". 

Charles Wesley lo expresó tan poderosamente: 

¿Cómo puede ser que yo gane

Una recompensa en la sangre del Salvador?             

Él muriendo por mí, por aquel que causó Su dolor?           

Por mí, quién lo llevó a la muerte              

 Amor increíble, ¿cómo puede ser?

 ¡Que Tú, mi Dios,  has muerto por mí!  

Muchos predicadores intentan atraer al mundo a "venir a Cristo" ofreciéndoles pequeñas recompensas: salud, prosperidad, una mejor vida social y una vida larga sobre esta tierra, cuando la verdadera esencia de la salvación es conocer a Dios y ser partícipes de Su amor y Su vida. El rechazo del Evangelio, por lo tanto, es el rechazo mismo de Dios y Su amor.   

El problema del hombre no es haber sido expulsado de un paraíso terrenal, sino el haber sido separado de la presencia de Dios. Esa es la gran tragedia. Aquellos buscando recuperar los beneficios físicos del Edén, para restaurar el paraíso sin la presencia de Dios, establecen un reino sin el Rey mismo reinando en poder y gloria, han mal entendido el problema y la solución. Nuestro propósito es despertar hambre por el mismo Dios y estimular ese amor tan maravillo, la adoración y el amor que debemos tener por Él.

Sabiendo que nos ama no por algo que tengamos nosotros, sino porque Él es amor y esto nos dice algo que es muy importante: Dios ama a todos con el mismo amor. No hay razón alguna para que Él ame a unos más que otros. No es que hace acepción de personas; no existe favoritismo alguno por parte de Dios. Y aquí vemos otra razón para rechazar la opinión de que Dios no ama a todos lo suficiente, como para no desear que todos vayan al cielo. Ya que no existe ninguna base en el hombre (todos han pecado y sus corazones son los mismos),  para que Dios ame a unos más que a otros,  como tampoco hay base alguna en Dios, para que Él quiera amar a uno y a otro no. Por lo cual se nos dice que Él,  “Dios amó tanto al mundo" que envió a Su hijo al mundo para "que el mundo sea salvo por Él” ¡No existe amor más grande que éste, en ninguna parte!