EL CRISTIANISMO NO ES UN APÉNDICE | thebereancall.org

T.A. McMahon

“Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20).

¿Qué es un apéndice? Según la mayoría de los diccionarios es un suplemento o una adición a algo. Entonces, la pregunta para todos nosotros quienes nos llamamos Cristianos sería: ¿Es nuestro Cristianismo solamente una adición o un suplemento a nuestras vidas? Si ese es el caso, entonces, no estamos mostrando lo que el Cristianismo realmente significa. Gálatas 2:20 define muy claramente lo que es un verdadero Cristiano bíblico. Es una persona que vive su vida totalmente de acuerdo a las enseñanzas de la Palabra de Dios. No es un bufé de comida en donde uno puede escoger o seleccionar lo que a uno le apetece.  

Consideremos algunos de los puntos del versículo. Comencemos con “Con Cristo estoy juntamente crucificado”. El ser “crucificado” tiene que ver con la muerte. La crucifixión y la muerte no son suplementos o adiciones a la vida de uno. “Cuando uno está muerto, está muerto”.Obviamente el versículo no se refiere a la muerte física, aunque eso puede ocurrir, pero más específicamente tiene que ver con el hecho de morir al pecado y a uno mismo. “Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos” (Gálatas 5:24). Además el versículo declara “ y ya no vivo yo, más vive Cristo en mí y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20). Mi vida como creyente por lo tanto es estar en obediencia a “la fe,” la Palabra de Dios (“El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará…” Juan 14:23), y la fe en Jesús nuestro Salvador “que me amó, y se dio a sí mismo por mí”.

El arrepentimiento bíblico, que significa recurrir a Jesús para la salvación, no es una cuestión de “probar las aguas” para ver si es agradable para uno. Tampoco es una respuesta emocional  algo que suena o se siente bien. Ciertamente las emociones de uno pueden estar involucradas, pero no pueden ser la base para la promesa solemne que debe tener lugar. ¿Qué tipo de promesa? Simplemente toda la vida de uno, ¡tanto temporal como eterna!

La promesa, (o la falta de ella) varía en nuestro día y en nuestra época, especialmente en lo que se refiere a lo religioso. El recitar el Shahadah tres veces califica a uno para ser Musulmán. La sinceridad no es un factor  importante, porque la mayoría de veces es reemplazada por miedo a ser asesinado, si uno se niega a convertirse. La acción de dejar la fe Musulmana, convirtiéndose uno al Cristianismo, es también amenazada al costo de perder la vida. Aquellos quienes deciden convertirse y hacer la promesa de ser Cristianos bíblicos, son mucho más consientes del costo que pueden sufrir y lo hacen sin reserva alguna.  

Casi todos los Católicos Romanos y Mormones son seguidores de sus respectivas religiones por el hecho de haber nacido en ellas. La elección de dejar sus religiones,  comúnmente implica ser rechazados por miembros de la familia, amigos, cónyuges e hijos, especialmente entre los Mormones. Aunque la consecuencia no es tan grave como lo es con el Islam, todavía hay un costo cuando una persona hace el compromiso o promesa de convertirse al Cristianismo bíblico: la relación con los miembros de la familia inmediata o extendida, puede llegar a su fin.

Lamentablemente cuando existe poca o ninguna persecución u oposición en contra de los Cristianos, muchas de las conversiones caen en la categoría de “credibilidad fácil”. Aunque este tema ha sido objeto de mucho debate  con puntos de vista contradictorios, la manera que yo lo voy a enfocar es el siguiente. La “credibilidad fácil” implica una falta de comprensión del evangelio bíblico o la presentación o aceptación de un evangelio falso. Esto ha tenido lugar entre cientos de miles en África, que son guiados por los evangelistas de la Palabra de Fe y la Confesión Positiva, y yo personalmente he sido testigo de cientos de personas que han salido adelante respondiendo al llamamiento de salvación en una gran iglesia en el Medio Oeste. Observando los videos de estos eventos, el evangelio bíblico no se explicaba, ni tampoco fueron dados versículos bíblicos (que hasta un niño podría entender) de las Escrituras, para que así una persona pudiera creer y aceptar.

Un evangelio falso solo puede conducir a una conversión falsa, ya que no es respaldada por una verdad bíblica, por lo tanto produce un Cristiano solo de nombre.

Entonces, ¿qué pasa con aquellos quienes escuchan, creen y reciben el verdadero evangelio de salvación (es decir, los que han nacido de nuevo, están sellados con el Espíritu Santo y han recibido el don de la vida eterna) y aún así observamos que su vida en Cristo es manifestada solamente como una adición más a su vida común, en vez de una vida totalmente dada o comprometida a Jesús? En ese caso si la persona no está viviendo completamente dando su vida a Cristo, entonces se está perdiendo mucho de lo que Jesús vino a proveerle. Como nos dice en Juan 10:10; “yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”. Eso incluye las bendiciones obvias, pero también la gracia para lidiar con todas las dificultades de nuestra vida temporal y mucho más.   

La gracia no se detiene en el día en que fuimos salvos (sin lo cual sería imposible ser salvos - Efesios 2:8-10), sino que debe ser central en nuestro caminar con Jesús: “Por tanto, de la manera que habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en él; arraigados y sobreedificados en él, y confirmados en la fe, así como habéis sido enseñados, abundando en acciones de gracias” (Colosenses 2:6-7). Una vez más, “Como habéis recibido, por tanto, al Señor Jesucristo, andad vosotros en él”. El único medio por el cual podemos caminar con Jesús es a través de Su gracia. Colosenses 3: 1-3 explica estas instrucciones con mayor claridad: “Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios”.

Si nuestro pensamiento o nuestro caminar con Jesús no son suficientes para poder entender lo que estos versículos mandan (¡mandan, no que sugieren!), tal vez unos versículos adicionales nos ayuden a aumentar nuestro entendimiento: “Por lo demás, hermanos, os rogamos y exhortamos en el Señor Jesús, que de la manera que aprendisteis de nosotros cómo os conviene conduciros y agradar a Dios, así abundéis más y más. Porque ya sabéis qué instrucciones os dimos por el Señor Jesús” (1 Tesalonicenses 4:1-2).  

Aquí tenemos un criterio importante en nuestro caminar con nuestro Señor: "agradar a Dios". Esa no debería ser una evaluación difícil. ¿Están las decisiones de mi vida diaria glorificando a mi Señor y Salvador? Eso puede parecer un poco exagerado para muchos Cristianos, pero ¿lo es realmente? Dejaré esa respuesta al lector de este artículo después de que él o ella consideren algunas de las decisiones diarias que uno toma y que no "agradarían a Dios".

Otro tema que debemos considerar en la vida cotidiana tiene que ver con las cosas que deseamos y las cosas que nos atraen. Las Escrituras nos dicen dónde debe estar nuestro enfoque: “Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria” (Colosenses 3:2-4).

La mayoría de la gente ha escuchado el dicho, que es generalmente hecho con la intención de humillar a la persona: "Tienes una mentalidad tan celestial que no sirves para este mundo terrenal." Esperemos que ningún creyente le dé a esa declaración mucha consideración. El versículo anterior descarta esa ignorancia apresuradamente, incluso recordándonos que en "Cristo, que es nuestra vida..." debemos estar  “llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo” (2 Corintios 10:5).  

A veces, al leer las Escrituras, podemos perder la esencia de lo que se nos dice. En otras palabras, no entendemos ciertas palabras que se pueden aplicar    a gran parte de nuestras vidas. Por ejemplo, está Juan 15:13:”Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos”. Oro para que si se me presentara la oportunidad de sacrificar mi vida por otra persona, por la gracia y la habilitación del Espíritu Santo, pueda dar mi vida por los demás.  

Pero, ¿qué pasa con esas situaciones que son mucho menos dramáticas? es decir, en esos momentos en que una persona no toma en serio lo que manda la Palabra de Dios. “Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo;  no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros. Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús” (Filipenses 2:3-5).

La idea de sacrificar mi vida, como dije, es algo que creo que puedo hacer. ¿Qué me hace pensar eso? Obviamente, eso no es algo que uno pueda practicar. Sin embargo, hay un conflicto diario en el que estoy y que bien puede fomentar esa creencia. Es el reconocimiento de lo que dice la Palabra de Dios acerca de mi propio corazón, que está en batalla constante: "Porque todos buscan lo suyo propio, no lo que es de Jesucristo". A la medida en que estoy ganando esas escaramuzas en contra de mis propios intereses, aumenta mi confianza en que podría estar dispuesto a arriesgar mi vida por Jesús. Al mismo tiempo, si me acostumbro a descartar los pecados que considero "no grandes", eso acelerará el proceso de lo que aprendemos en Apocalipsis 2:4, el alejamiento del amor de uno por Jesús.  

Pero eso plantea una pregunta relacionada con lo anterior: ¿obtendría más “recompensas celestiales” llevando una vida de mártir que por realizar actos de bondad, poniendo a los demás primero, haciendo “las cosas esenciales que son de Jesucristo”, No encuentro ese tipo de recompensa en las Escrituras. 

Entonces, ¿qué hay de mis pecados, especialmente aquellos que en mi propia mente parecen ser menores o insignificantes? Como ex Católico Romano, solía pensar en términos de pecados mortales y veniales. Según el Catolicismo, los pecados mortales condenan a uno al infierno, si no son confesados y poder ser absueltos por un sacerdote antes de la muerte. Los pecados veniales, se nos dijo, son el menor de los dos tipos de pecado; se nos enseñó que podían ser expiados en el purgatorio por el tiempo que fuera necesario, y luego estaríamos preparados para ir al cielo. Esas creencias no bíblicas permanecieron conmigo durante algún tiempo después de ser salvo, al menos en la medida en que seguí considerando que algunos de mis pecados no eran tan ofensivos para Jesús como otros. 

Finalmente llegué a un entendimiento más claro de “la paga de (todos y cada uno de los) pecados es muerte,” y que la muerte no es necesariamente una muerte física, sino más bien una separación que afecta negativamente mi relación personal con Jesús. Él pagó la pena completa por mis pecados y nunca me dejará ni me desamparará (Hebreos 13:5). Sin embargo, mis pecados harán que me deslice o me aleje de Él, y los llamados “pequeños pecados” o “pecadillos” tienen una manera de acumular y aumentar ese deslizamiento. Esa preocupación parece estar indicada en Apocalipsis 2:4: “Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor” y en Hebreos 2:1: “Por tanto, es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que nos deslicemos”. Eso le puede pasar a cualquier creyente en cualquier momento y producirá consecuencias destructivas. El antídoto de Hebreos 2:1 para esa condición es que “con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído”. ¿Qué entonces hemos oído?       

“Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida” (1 Juan 5:11-12).

“Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer” (Juan 15:4-5).

 “Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará” (Mateo 16:24-25).

“y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí. El que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de mí, la hallará” (Mateo 10:38-39).

Estos versículos entre muchos otros describen lo que el Cristianismo Bíblico es realmente. Aquellos creyentes que  no cumplen de todo corazón el hacer todo lo que estos versículos mandan, en el mejor de los casos están privándose de mucho de lo que Jesús vino a proveerles.   

Además, y muy significativamente, estas personas están obstaculizando seriamente su crecimiento en el cumplimiento del primer y gran mandamiento: 

“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo” (Lucas 10:27). 

¡Con todo mi corazón, con toda mi alma, con todas mis fuerzas y con toda mi mente! Una vez más, un apéndice no tiene lugar en la vida de un Cristiano bíblico.

TBC